La enseñanza de la Historia siempre y en todas las latitudes ha sido
utilizada por los Estados como mecanismo para la creación de
identidades nacionales, de acuerdo a los intereses y objetivos que se
plantea cada Estado en particular. Para conseguir este efecto, los países
han recurrido de forma activa a la exaltación y el
sobredimensionamiento de hechos que les han sido favorables para la
formación de su nacionalidad; como las victorias militares, los avances
científicos, los descubrimientos geográficos e, inclusive, los éxitos
deportivos.
También los países han recurrido frecuentemente a la atenuación y la
supresión de hechos que pudieran comprometer una imagen positiva de
la evolución histórica de sus respectivos Estados. Son también
frecuentes la distorsión, la tergiversación y otras formas de engaño
deliberado para lograr el objetivo de formar una identidad nacional
fuerte, aún a costa de la verdad histórica.
No obstante esta realidad universal, ¿Qué es lo que ha sucedido –y
sucede- en Bolivia? Pues exactamente lo contrario. Desde un punto de
vista práctico, los contenidos de los programas de enseñanza de la
Historia boliviana parecieran estar diseñados para entorpecer o, en
definitiva, impedir la formación de una identidad nacional.
En nuestro país la enseñanza de la Historia, basada en libros llenos de
vacíos y catástrofes, no hace otra cosa que demoler nuestra conciencia
nacional. Se ha destruido la autoestima de las nuevas generaciones
mostrando solamente derrotas bélicas en nuestros libros de Historia. Y
una cosa debe quedar clara: no es posible enseñar sólo las derrotas de nuestro pasado y pretender que las bolivianas y bolivianos vean a su
país vencedor, positivo y progresista.
Sólo los Estados exitosos sobreviven. A lo largo de nuestra historia
hemos cometido errores, pero Bolivia no existiría en este momento si no
hubiésemos tenido más aciertos que fracasos. El Ejército no existiría si
no hubiese tenido más victorias que derrotas; no obstante, ¡Qué difícil
es asociar la palabra victoria con Bolivia!
Esta es una falsa percepción que debe desmontarse revisando nuestra
historia; y vamos a comenzar aquí y ahora.
1 GUERRA DE INDEPENDENCIA NACIONAL
(1809 – 1825)
Julio Méndez afirmó que la Guerra de Independencia es un conflicto que
favorecerá, en última instancia, al bando que pueda controlar
militarmente el Alto Perú. El Alto Perú representaba un punto estratégico
para los grandes intereses políticos y militares de la época, llegando a
convertirse su conquista el evento definitivo para la independencia de
los países hispanoamericanos de Sudamérica.
La declaración de la Junta Tuitiva de la ciudad de La Paz el 16 de Julio
de 1809, por su contenido abiertamente orientado a reclamar la
independencia de los territorios que ahora ocupa la república de Bolivia,
se constituye en un evento revolucionario de naturaleza independentista
que da inicio a la Guerra de Independencia en la Sudamérica
hispanoamericana.
El territorio del Alto Perú (último nombre colonial de Bolivia) depende de
las autoridades de Buenos Aires en el momento en el que comienza el
proceso político y militar de la independencia hispanoamericana; sin
embargo, las autoridades de la Real Audiencia de Charcas repudian el
movimiento independentista y solicitan su reincorporación al Virreinato
del Perú. Lima inmediatamente toma el control jurisdiccional y militar
del Alto Perú, ratificando su importancia para los intereses de la corona.
Buenos Aires responde a los sucesos de las provincias altas poniendo
en marcha su dispositivo militar para retener en su poder el Alto Perú y,
de ser posible, avanzar hacia Lima. Para lograr este objetivo se
conforman Ejércitos Auxiliares que en número de cuatro van a intentar
tomar militarmente las provincias alto peruanas; en todos los casos van
a ser vencidos por las fuerzas realistas.
Los Ejércitos independentistas que llegaron del Río de la Plata y los
realistas que venían del Perú, en su afán de mantener el dominio sobre el Alto Perú, cometieron excesos y abusos de tal magnitud que los
habitantes del territorio debieron plantearse la idea de que la
independencia de España no era suficiente para la salvaguardia de sus
intereses.
Hacia el final del conflicto, el año de 1825, también ingresará en el Alto
Perú el Ejército de la Gran Colombia. Simón Bolívar consideraba vital
controlar el Alto Perú para garantizar la extinción de la resistencia
realista en el continente.
En este escenario, quizás el fenómeno menos estudiado y apreciado por
la historiografía boliviana sea la aparición de las entidades político –
militares conocidas como Republiquetas; que, a pesar de sus recursos
limitados y sus altibajos en términos de actuación militar, encarnaron y
materializaron el anhelo de independencia tan fuertemente arraigado
en Bolivia.
Las Republiquetas actuaban con una marcada autonomía respecto a las
demás organizaciones de su tipo o cualquier otra entidad comprometida
con la causa libertaria. Probablemente por ser principalmente
fenómenos locales y con una baja trascendencia para el escenario
continental, la mayoría de los autores no consideran que sus acciones
hayan contribuido decisivamente a la lucha por la independencia.
Sin embargo, observado el fenómeno desde una perspectiva nacional,
circunscrito al territorio que posteriormente se convertiría en Bolivia,
resulta extraño que las Republiquetas no formen parte central de la
forma en que se narra la historia del nacimiento de Bolivia, reservando
el protagonismo principal para las acciones relacionadas con los
Ejércitos Auxiliares enviados por Buenos Aires y el Ejército Libertador
proveniente de Colombia.
Varias Republiquetas surgieron en el período comprendido entre los
años 1811 y 1821. Sin embargo, es la Republiqueta de Ayopaya, que
subsiste hasta el final de la Guerra de Independencia, la más conocida
gracias al diario de campaña escrito por José Santos Vargas.
De las Republiquetas se ha llegado a afirmar que son el antecedente
más importante de la futura República de Bolivia. Su existencia es la
prueba fehaciente de que los habitantes del territorio que ahora es
Bolivia lucharon por su independencia; aún más podría decirse, a estos
combatientes les pertenece la gloria de haber vencido, puesto que el
ejército colombiano, en la práctica, nunca llegó a enfrentarse
militarmente a los realistas de Charcas.
El 2 de abril de 1825, el General Pedro de Olañeta, comandante de las
fuerzas realistas en el Alto Perú fue sorprendido por la defección de una
parte de sus tropas que al mando del coronel Medinaceli se habían
declarado favorables a la causa de la independencia. En efecto el último
remanente del ejército realista hizo implosión; lo cual demuestra que
esta facción, como fuerza combatiente, ya había sido reducida al
extremo por la presión ejercida sobre ella por las Republiquetas, siendo
solamente cuestión de tiempo su disolución final.
2 INVASIÓN DE BRASIL A LA PROVINCIA
DE CHIQUITOS (1825)
Este conflicto internacional tiene su origen en un documento de
“Capitulación” redactado por orden de Sebastián Ramos, coronel del
ejército realista y Gobernador del Departamento de Santa Cruz,
mediante el cual se realizaba una “anexión temporal” de la provincia de
Chiquitos a la provincia brasileña de Matto Grosso. Esta “capitulación”
se firmó en la capital de Matto Grosso en fecha 28 de marzo de 1825.
El documento antes mencionado amplió su impacto mediante un “Orden
del Día”, emitida por el Gobierno de la provincia de Matto Grosso en
fecha 14 de abril, mediante la cual se ratificaba a Sebastián Ramos
como Gobernador de la Provincia de Chiquitos, esta vez como
funcionario del Imperio del Brasil. Así mismo el “orden del día”
establecía otras medidas relacionadas con el gobierno de dicho territorio
e instruía que su contenido fuese puesto en conocimiento de los
habitantes de Chiquitos y de las “misiones anexas”.
La frase “misiones anexas” hace referencia a las misiones de Moxos,
Chiriguanos y Guarayos, que, en términos generales, comprenden un
territorio que se extiende desde el actual departamento del Beni hasta
la parte central del Chaco Boreal.
Sin pérdida de tiempo, Sebastián Ramos había reunido el 24 de abril de
1825 a un grupo de personas que consideraba representativas de la
Provincia. Ramos indujo a los asistentes a la reunión a firmar un acta
mediante la cual juraban lealtad al Emperador Pedro I del Brasil, a
nombre de todos los habitantes de la Provincia de Chiquitos. Entre los
asistentes a la reunión se encontraban tres autoridades indígenas con
el objeto de darle mayor legitimidad al documento firmado.
Estas acciones pasan del papel a la práctica cuando un contingente de
fuerzas regulares brasileñas es detectado muy al interior de territorio boliviano. El Presidente (Prefecto) del Departamento de Santa Cruz, José
Videla, en carta al Mariscal Antonio José de Sucre fechada el 25 de abril
de 1825, da cuenta de que la fuerza militar brasileña la componen 200
hombres.
Videla, en la misma carta, informa al Mariscal Sucre que ha enviado 40
“dragones” a defender la población de San Javier, hecho que nos revela
que las tropas brasileñas amenazaban directamente el corazón del
Departamento de Santa Cruz y los territorios de Moxos.
La invasión se hace oficial cuando el comandante de las fuerzas
brasileñas que invadían Chiquitos, Manuel José de Araujo, escribe cartas
al Presidente del Departamento de Santa Cruz y al propio Mariscal
Antonio José de Sucre, dando cuenta de la ocupación militar y
amenazando con destruir la ciudad de Santa Cruz de la Sierra si se
llevaban a cabo acciones militares para recuperar la provincia de
Chiquitos. La carta de Araujo fue enviada el 26 de abril de 1825.
Antonio José de Sucre, responde a esta amenaza con otra carta fechada
el 11 de mayo de 1825 en la cual ordena al comandante brasileño
abandonar inmediatamente la Provincia de Chiquitos y le advierte que
habrá una respuesta militar a la invasión, agregando que no se dará por
satisfecho con la desocupación de la Provincia, sino que pasará a invadir
a su vez el territorio de Matto Grosso para vengar el ultraje.
De parte de Antonio José de Sucre no solamente se brindan palabras
vacías. En carta de fecha 11 de marzo de 1825 a José Videla, Presidente
del Departamento de Santa Cruz, el Mariscal de Ayacucho le informa que
ha enviado tropas de refuerzo y dinero para el reclutamiento de
contingentes “veteranos” en Santa Cruz; así mismo, le ordena que
levante guerrillas para hostilizar a las fuerzas brasileñas hasta que las
tropas regulares se encuentren conformadas y, aún más importante, le
autoriza a enviar agentes encubiertos para insurreccionar a la provincia
de Matto Grosso, con el apoyo de miembros del partido republicano del
Brasil.
La guerra total con el Brasil no llega a producirse debido a que el
Libertador Simón Bolívar adopta una actitud conciliadora y evita que
Sucre concrete su idea de llevar la revolución republicana al Imperio del
Brasil.
Este episodio bélico llega a su fin cuando el Diario Fluminense publica
una orden del Emperador del Brasil, Pedro I, repudiando la invasión de
la Provincia de Chiquitos y declarando nulos los procedimientos de
anexión que se habían llevado a cabo. Esta orden, por una rara
coincidencia del destino, fue publicada el 6 de agosto de 1825; fecha
en la cual se declaraba la independencia de Bolivia.
3 PRIMERA INVASIÓN PERUANA A
BOLIVIA (1828)
Los Estados vecinos observaron que la presencia del Ejército Unido en
la joven República de Bolívar se constituía en una fuerza irresistible que
era preciso neutralizar para la salvaguardia de sus intereses nacionales.
La fallida anexión de la Provincia de Chiquitos por parte del Brasil era
una prueba fehaciente de esta realidad militar y política.
Entendiendo que era improbable socavar militarmente el poder del
Ejército Unido, el paso lógico a seguir por los poderes que deseaban
negar la existencia del Estado boliviano era el fomento de la sedición al
interior de la república y del propio Ejército. Esta estrategia comenzó a
dar sus primeros resultados cuando una parte del escuadrón
colombiano “Granaderos de Junín”, acantonado en la ciudad de
Cochabamba, se amotinó el 14 de noviembre de 1826, incitado por el
teniente Domingo Matute.
El Comandante del escuadrón mencionado era el Coronel Felipe Braun.
Braun, informado del problema, trató de llevar el orden a su tropa, pero
los amotinados optaron por desertar y se dirigieron a Salta, territorio de
las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El 24 de diciembre de 1827 el batallón colombiano “Voltígeros” se
sublevó en la ciudad de La Paz exigiendo el pago de sus haberes y el
premio que se les había prometido por sus servicios en la Guerra de
Independencia. Fueron apresados por los sublevados el General
Gregorio Fernández, Prefecto de La Paz, y los Generales Pérez de
Urdininea y Figueredo, así como el Coronel Braun.
El Prefecto Fernández, recurriendo a los vecinos de la ciudad de La Paz,
consiguió reunir la suma de 20.000 pesos que entregó a los rebeldes a
manera de satisfacción de sus demandas. Los oficiales prisioneros
pudieron liberarse gracias a la ayuda del capitán colombiano Valero; libre el Coronel Braun, pudo recuperar el control de los Granaderos a su
mando, que en principio se encontraban entre las tropas rebeldes.
Braun y sus hombres, después de una breve escaramuza con los
sublevados, salieron de la ciudad de La Paz; estos últimos, sabiendo que
ya se habían movilizado fuerzas para neutralizarlos, decidieron
abandonar la ciudad y dirigirse hacia el Perú. En persecución de los
rebeldes se lanzó el General Pérez de Urdininea al mando del Batallón
2º y de los Húsares de Colombia.
Finalmente, ambos bandos entraron en combate a cinco leguas de la
ciudad de La Paz, en la capilla de San Roque. Los rebeldes fueron
derrotados en un sangriento enfrentamiento, habiendo fallecido cerca
de 100 hombres de esta tropa; 700 prisioneros fueron conducidos a La
Paz y sus principales cabecillas ejecutados.
La sublevación había sido instigada desde el Perú por el General Agustín
Gamarra, que se encontraba acantonado en el río Desaguadero; prueba
de este hecho es que el instigador principal de la rebeldía, el Sargento
José Guerra (alias, Grados o Graos), remitió un parte de los hechos al
General Gamarra en los siguientes términos: “Yo espero que la nación
peruana, como el digno general bajo cuya garantía se ha verificado este
cambiamiento, tenga la generosidad de aprobar todos los empleos que
he dado a los autores de él…”1.
El punto culminante de la rebeldía de las tropas colombianas es la
revuelta que llevan a cabo las tropas del regimiento “Granaderos de
Colombia” en contra del Mariscal de Ayacucho en la ciudad de Sucre el
18 de abril de 1828. El Mariscal, tratando de someter a la obediencia a
las tropas insurrectas, sufrió una herida de arma de fuego en el brazo
derecho que le obligó a retirarse.
1 Parte del Sargento José Guerra enviado desde Pomata y publicado en El
Fénix del 8 de enero de 1828. Enrique Finot; Nueva Historia de Bolivia; Pág.
193; Editorial Juventud, La Paz – Bolivia, 1998.
Los rebeldes, dirigidos por el argentino Guillermo Caínzo, tomaron
prisionero a Sucre con serio peligro para su vida, que probablemente fue
salvada por la actitud y el cuidado de importantes personas de la ciudad
de Sucre.
El Prefecto de Potosí, General Francisco López de Quiroga, acudió en
defensa del Mariscal Sucre al mando de 74 hombres del “Regimiento
Cazadores”, que en esta ocasión actuaron como tropa de infantería,
más 24 hombres a caballo. El 22 de abril López atacó a los insurrectos,
logrando dispersar sus fuerzas después de media hora de combate.
El levantamiento de los “Granaderos de Colombia” había sido
controlado, sin embargo, las consecuencias del mismo fueron
trascendentales para el Estado boliviano. En el ámbito interno, Antonio
José de Sucre redactó su renuncia al cargo de Presidente de la
República; en el ámbito externo, el General Gamarra cruzó el río
Desaguadero e invadió el territorio nacional con 5000 hombres, bajo el
pretexto de garantizar la vida del Mariscal de Ayacucho y restaurar el
orden interno de Bolivia. La invasión se produjo el 30 de abril de 18282.
En los primeros días de mayo de 1828 la fuerza invasora peruana
ingresa a la ciudad de La Paz.
La posición de Bolivia se debilitó en extremo cuando el Coronel Pedro
Blanco, acantonado en la ciudad de Potosí y al mando de un escuadrón
de caballería y un batallón de infantería, prefirió la defección. Las
fuerzas bolivianas, confiadas a las órdenes del General Pérez de
Urdininea, debían reunirse en Oruro para enfrentar al invasor; sin
embargo, Blanco optó por retirarse hacia el sur con sus tropas.
Estas circunstancias obligaron a Pérez de Urdininea a buscar una
solución negociada con Gamarra. Ajuste de Piquiza que, por sus características, es más una Capitulación
que un acuerdo libre entre dos Estados soberanos.
El 6 de julio de 1828 se suscribió el
2 Alcides Arguedas; Historia General de Bolivia; Pág. 78; Editorial Juventud;
La Paz – Bolivia; 1999.
El Ajuste de Piquiza, en términos generales, tenía el siguiente contenido:
Bolivia debía llevar a cabo la evacuación de las tropas colombianas que
se encontraban en su territorio como parte del Ejército Unido; la
Asamblea Constituyente debía reunirse para aceptar la renuncia del
Mariscal Sucre a la Presidencia de Bolivia y nombrar un gobierno
provisional; posteriormente, debía reunirse un nuevo Congreso con la
finalidad de modificar la “Constitución Vitalicia” elaborada por el
Libertador Bolívar.
El “ajuste” contenía también un compromiso que estipulaba la forma en
que el ejército peruano debía abandonar territorio boliviano según se
fueran cumpliendo las demandas políticas de la fuerza peruana.
Adicionalmente, el Gobierno boliviano se comprometía a sufragar los
“gastos” en que había incurrido el Perú para la realización de esta
campaña3.
En Piquiza, Gamarra consiguió que el General Pedro Blanco, que se
había negado a marchar en su contra, fuese ascendido al grado de
General de Brigada, confirmando de esta manera la existencia de un
acuerdo entre ambos y la razón de las acciones de Blanco.
El 2 de agosto de 1828, Gamarra y su ejército ingresaron a la ciudad de
Sucre. El 3 de agosto se reunió la Asamblea Convencional que se había
estipulado en Piquiza; muchos de los diputados integrantes de la
Asamblea habían sido designados a instancias del propio Gamarra.
La Asamblea nombró Presidente de la República al General Andrés de
Santa Cruz, que se encontraba en Chile realizando actividad diplomática
en nombre del Estado peruano. Como Vicepresidente fue nombrado José Miguel de Velasco, quien asumió la Presidencia Interina hasta que
Santa Cruz retornara a Bolivia.
3 Enrique Finot; Nueva Historia de Bolivia; Pág. 198; Editorial Juventud, La
Paz – Bolivia, 1998.
Los acuerdos de Piquiza ya habían comenzado a cumplirse, pero
Gamarra no daba señales de querer desalojar territorio boliviano. En
estas circunstancias, la Asamblea Convencional se manifestó pidiendo
al General Peruano que cumpliera con su compromiso de abandonar
Bolivia.
Gamarra en carta de 3 de septiembre de 1828 anuncia al Ministro de
Relaciones Exteriores de Bolivia, Dr. Casimiro Olañeta, que dejaba con
su ejército Bolivia porque la “dominación extranjera” en el país había
cesado.
No obstante, Gamarra antes de retornar al Perú se reunió con el Coronel
boliviano José Ramón de Loayza. Loayza, con el aval de Gamarra depone
al Prefecto de La Paz, Baltazar Alquiza, y declara la independencia del
Departamento de La Paz bajo el nombre de República del Alto Perú. A
continuación, nombra como Prefecto a Crispín Diez de Medina y reúne
una fuerza de 300 hombres para defender sus medidas.
El Presidente Interino José Miguel de Velasco acudió desde Chuquisaca
para sofocar la rebelión, pero al llegar a la ciudad de La Paz decide
negociar con el cabecilla separatista. Como resultado de la negociación
Loayza fue elevado a la condición de General de Brigada, a fin de
restaurar su lealtad al Estado boliviano4.
4 Nicanor Aranzaes; Las Revoluciones en Bolivia; Pág.17; Editorial
“Juventud”, La Paz – Bolivia; 1992.
4 GUERRA DE CONFEDERACIÓN CON EL
PERÚ (1835 – 1836)
El 24 de mayo de 1829 el Mariscal Andrés de Santa Cruz juró al cargo
de Presidente de la República ante el Prefecto del Departamento de La
Paz. Santa Cruz emprendió de manera inmediata la reorganización del
Estado boliviano, obra que termina en un tiempo muy breve a expensas
de grandes esfuerzos económicos de parte del Estado y la población
boliviana.
Las reformas administrativas fueron significativas y entre ellas se
encontraba la reconstitución y fortalecimiento del Ejercito Nacional. La
mayor parte de los historiadores que abordan el tema concluyen que el
gran objetivo que perseguía Santa Cruz al fortalecer su situación militar
era el de unir las Repúblicas de Perú y de Bolivia en un solo Estado
confederado.
Persiguiendo este objetivo, Santa Cruz promovió la sedición en el Perú
favoreciendo a los partidos que aspiraban a constituir un Estado
independiente en el sur del territorio peruano. Con este propósito
inclusive llegó a permitir que el General Gamarra, exiliado por entonces
en territorio boliviano, retornara al Perú para tomar el mando de fuerzas
insurrectas que se habían rebelado en contra del Gobierno de dicho
país.
El Gobierno de Luis José de Orbegozo, Presidente del Perú,
experimentaba una fuerte oposición que se traducía en una serie de
sublevaciones que debilitaban su autoridad. El General Felipe Santiago
de Salaverry, líder principal de las facciones rebeldes, desconoció al
Presidente Orbegozo y se hizo del control de la ciudad de Lima; Orbegozo
solamente pudo conservar el control de la sureña ciudad de Arequipa.
En estas circunstancias Orbegozo se vio obligado a pactar con el
Mariscal Andrés de Santa Cruz, aceptando las condiciones que imponía Santa Cruz. Estas condiciones eran las siguientes: Aceptar el ingreso de
un ejército boliviano, al mando de Santa Cruz, que llevara a cabo la
“pacificación” del Perú; Permitir a los Departamentos del sur del Perú
constituirse en Estado independiente; reunir Asambleas en ambos
Estados peruanos para aprobar la Confederación de los mismos con el
Estado boliviano; reconocer al Mariscal Santa Cruz como protector de la
Confederación emergente.
El General Anselmo Quiróz, como representante del Gobierno presidido
por Orbegozo, firmó el Tratado de La Paz en el cual se reconocían las
condiciones antes mencionadas en fecha 15 de junio de 1835. El
ejército de Santa Cruz, acantonado a orillas del río Desaguadero, invadió
territorio peruano el 16 de junio de 1835, sin haberse producido la
ratificación del Tratado por el Congreso boliviano; hecho que
eventualmente tuvo lugar el 22 de julio de 1835.
Santa Cruz, a la cabeza del ejército boliviano, avanzó hasta el puerto
peruano de Puno. El 8 de julio, en la cercana población de Vilque, Santa
Cruz y Orbegozo sostuvieron una reunión en la cual el presidente
peruano comprometió la participación de tropas peruanas. El 22 de julio,
en la población de Lampa, al ejército boliviano se incorporó una división
peruana, fuerte de 1.000 hombres, al mando del General Blas Cerdeña;
a partir de ese momento la fuerza combinada pasó a denominarse
Ejército Unido.
Para enfrentar al Ejército Unido, Gamarra y Salaverry dejaron de lado sus
diferencias políticas y celebraron un acuerdo el 27 de julio de1835.
Dicho acuerdo reconocía a Gamarra como Jefe Supremo del Perú, y a
Salaverry como Comandante en Jefe del ejército peruano.
La campaña militar tiene su primer gran episodio en la Batalla de
Yanacocha el 13 de agosto de 1835. En Yanacocha Santa Cruz se alza
con la victoria, destruyendo un primer ejército peruano y neutralizando
las ambiciones políticas del comandante de dicho ejército, el General Gamarra; quien, a poco de haber retornado a Lima, fue arrestado y
exiliado en la República de Costa Rica.
Santa Cruz ocupó la ciudad del Cuzco el 16 de agosto sin oposición,
porque los habitantes la habían abandonado temiendo actos de
vandalismo de parte del ejército victorioso5.
Salaverry aún tenía un fuerte ejército a su mando y el control de la flota
naval del Perú. Bolivia no contaba con fuerza naval propia, razón por la
cual Salaverry empleó su dominio del mar para llevar a cabo un
desembarco en las cercanías del puerto boliviano de Cobija durante el
mes de septiembre. El Coronel Peruano Quiroga, al mando del
regimiento “Carabineros” de 400 hombres, atacó la población boliviana
que estaba protegida por 80 policías al mando del Coronel Gaspar
Aramayo; la fuerza peruana se hizo de la victoria después de algunas
horas de combate, en el cual falleció el comandante boliviano.
Las tropas peruanas desmantelaron el puerto boliviano el 24 de
septiembre de 1835, luego de lo cual retornaron al puerto de Pisco
donde fueron recibidos con honores por el propio Salaverry. El peligro
que representaba la flota naval peruana, evidenciado por su acción
sobre Cobija, detenía el avance de las tropas de Santa Cruz quien temía
un nuevo y más contundente desembarco peruano que desplegara
tropas en su retaguardia y amenazara directamente a Bolivia.
El 9 de noviembre el Batallón 1º de Bolivia se enfrentó con las fuerzas
peruanas comandadas por el Coronel Porras en el combate de
Ninambas. Después de un audaz ataque en el cual las tropas bolivianas
cruzaron el río Pampas, los peruanos fueron obligados a retroceder
precipitadamente hasta las cercanías de la población de Cangallo; en este lugar fueron finalmente rendidos por el Batallón boliviano al mando
del Coronel Guilarte.
5 Phillip T. Parkerson; Andrés de Santa Cruz y la Confederación Perú
Boliviana (1835-1839); Pág. 106; Editorial “Juventud”, La Paz – Bolivia;
1984.
El General peruano Quiróz y sus tropas, que actuaban como parte
integrante del Ejército Unido, pudieron prevenir el desembarco de las
tropas de Salaverry en la zona de Camaná enfrentando a un regimiento
enviado por Salaverry al mando del Coronel Arrisueño. Esta acción, que
tuvo lugar el 23 de noviembre de 1835, se conoce como el Combate de
Ananta.
Salaverry estaba decidido a entablar combate con el grueso del Ejército
Unido, razón por la cual comprometió su posición ventajosa en la costa
e hizo avanzar a una parte de su ejército al mando del Coronel
Mendiburu sobre la ciudad de Arequipa, localidad que fue ocupada el
31 de diciembre. El alejamiento de Salaverry de la capital peruana
posibilitó que el General Orbegozo, aliado de Santa Cruz, ocupara la
ciudad de Lima el 6 de enero de 1836. (Historia Militar, 13)
El General Quiróz, al mando de 700 hombres, tomó posición en la
localidad de Yura, cercana a Arequipa. Sabiendo este hecho, Salaverry
envió dos columnas con la intención de atrapar entre dos fuegos a
Quiróz; este último se replegó hacia la zona de Gramadal donde hizo
resistencia a las columnas destacadas en su contra, y a tropas
adicionales comandadas por el propio Salaverry. La fuerza peruana no
pudo vencer a Quiróz y debió retirarse en derrota al aproximarse el
grueso del Ejército Unido al mando de Santa Cruz.
Salaverry, al ver comprometida su situación en Arequipa, se retiró de la
ciudad el 3 de febrero de 1836. Perseguido por la vanguardia del
Ejército Unido, comandada por el Coronel José Ballivián, tomó posición
defensiva a orillas del río Uchumayo y pudo vencer a las tropas
conducidas por Ballivián. En este combate, que tuvo lugar el 4 de
febrero, Ballivián resultó herido y el Ejército Unido debió emprender la
retirada sin haber tenido éxito.
El 7 de febrero, el ejército peruano de Salaverry se encontraba
marchando hacia el puerto de Islay, desde donde pretendía embarcarse
hacia una posición más segura; en tales circunstancias fue alcanzado
por el Ejército comandado por Santa Cruz y debió tomar posiciones de
combate en la loma de Socabaya. La batalla que tuvo lugar fue dura y
se desarrolló con altas y bajas para ambos ejércitos; sin embargo, Santa
Cruz se alzó con la victoria debido a la oportuna participación de sus
reservas.
Salaverry logró escapar en dirección de Islay, donde fue hecho prisionero
el 9 de febrero. Por orden de Santa Cruz fue sometido a una corte
marcial integrada por dos oficiales peruanos, instancia que le declaró
culpable y ordenó su ejecución que tuvo lugar el 18 de febrero de 1836.
De esta manera Santa Cruz terminaba la campaña de forma victoriosa,
haciendo posible la concreción política de la Confederación Perú
Boliviana.
5 GUERRA CON LA CONFEDERACIÓN
ARGENTINA (1837 – 1838)
La constitución de la confederación Perú Boliviana representaba, al
entender de los Gobiernos de Chile y la Confederación Argentina, una
amenaza para los intereses de ambos Estados. Juan Manuel de Rosas,
gobernante de las Provincias Argentinas, esperaba que la guerra que
sostenía el Mariscal Andrés de Santa Cruz con fuerzas chilenas le
permitiera recuperar los territorios de Tarija y consolidar su influencia
sobre las Provincias del norte.
El dictador Rosas de la Argentina no había logrado someter
efectivamente a las provincias al poder de Buenos Aires; en este largo y
violento proceso muchos líderes provinciales que eran perseguidos por
Rosas buscaron asilo en Bolivia. Esta circunstancia le dio al dictador
argentino una justificación para declarar la guerra a Bolivia el 19 de
mayo de 1837.
Para conjurar el peligro, Santa Cruz envía uno de sus mejores oficiales,
Felipe Otto Braun, que fue nombrado General en Jefe del Ejército del
Sur. Braun estableció su Cuartel General en Tupiza, desde donde avanzó
hacia la población de La Quiaca al mando de una fuerza de alrededor de
2.300 hombres.
Al no encontrar oposición, Braun avanzó hacia el sur por la quebrada de
Humahuaca. La vanguardia del ejército boliviano finalmente tomó
contacto con fuerzas argentinas el 13 de septiembre de 1837,
desatándose un combate en las alturas de Santa Bárbara que resultó
favorable para las armas bolivianas.
El combate de Santa Bárbara (también conocido como combate de
Humahuaca) fue de corta duración y a pesar de haberse retirado del
campo, las fuerzas argentinas no sufrieron grandes pérdidas; sin
embargo, la acción neutralizó eficazmente a los argentinos. Braun, ante la falta de respuesta del adversario, se retiró hacia la población de Yavi,
cerca de La Quiaca.
Santa Cruz acudió a la zona afectada por el conflicto y sostuvo una
reunión con el General Braun en la población boliviana de Moraya.
Después de recibir el parte de Braun y realizar un balance de la
situación, emitió un decreto el 18 de abril de 1837 por el cual se daba
por concluida la campaña del sur y se ordenaba que el Batallón 1º
retornara al norte; así mismo se mandaba que los voluntarios de Tarija
y Chichas fuesen licenciados.
Esta decisión fue tomada bajo la creencia de que la inacción de los
argentinos representaba la conclusión del conflicto. Sin embargo, es
evidente que el Mariscal Santa Cruz no podía prescindir de tropas tan
importantes en la consolidación de su proyecto confederal. El
licenciamiento de los voluntarios probablemente se debió más a
razones económicas que a otra consideración.
El ejército de Braun, en consecuencia, quedó reducido a algo más de
1.200 hombres, debilitamiento que fue aprovechado por los argentinos
para reanudar la guerra. Una División argentina, fuerte de 800 hombres,
al mando del General Heredia atacó la población de Iruya en la que se
encontraba acantonada la “Columna del General”, con 260 hombres al
mando del Coronel Timoteo Raña.
El combate de Iruya, que tuvo lugar el 11 de junio de 1838, duró nueve
horas y concluyó con la victoria de las armas bolivianas.
Otra División argentina, al mando del General Paz, avanzó hasta el valle
de San Luis (Entre Ríos) amenazando la ciudad de Tarija. El General
Braun movió apresuradamente sus tropas desde Tupiza hasta la ciudad
de Tarija, localidad en la que fue reforzado por un Batallón conducido
por el Coronel Eustaquio Méndez (el “Moto” Méndez) y otros voluntarios.
El ejército de Braun se movilizó con muchas dificultades hasta alcanzar
las riberas del río Bermejo. La fuerza argentina se encontraba posicionada en las alturas de Montenegro y desde esa situación
enfrentó el ataque boliviano en fecha 24 de junio de 1838.
El General Braun se alzó con la victoria. Destruidas las dos Divisiones
argentinas la guerra quedó concluida en la práctica debido a que el
adversario no tuvo la capacidad de reconstituir su dispositivo militar,
destruido en el campo de batalla. Braun obtuvo por su victoria el grado
de Gran Mariscal de Montenegro.
6 GUERRA DE RESTAURACIÓN O DE
DESTRUCCIÓN DE LA CONFEDERACIÓN
PERÚ BOLIVIANA (1836 – 1839)
El Gobierno chileno, como se ha mencionado anteriormente, veía una
grave amenaza a sus intereses la consolidación de la Confederación
Perú Boliviana. El ideólogo principal de este razonamiento era el Ministro
de Guerra chileno Diego Portales, que se apresuró a promover la Guerra
contra la confederación porque la consideraba peligrosa no solo para los
intereses sino para la existencia de Chile.
El conflicto tiene sus primeros hechos en una fracasada expedición que
un grupo de exiliados chilenos había llevado a cabo con la finalidad de
reinstaurar a Ramón Freire en la Presidencia del Estado chileno. Los
expedicionarios contrataron dos barcos en el norte del Perú, el
“Orbegoso” y el “Monteagudo”, y los utilizaron para conducir un
desembarco en la isla de Chiloé en el mes de septiembre de 1836. Sin
embargo, la mala preparación de la empresa y lo poco numeroso de sus
efectivos determinaron que la iniciativa resulte en el fracaso y el
apresamiento de Freire.
El Gobierno chileno denunció que el Protector de la Confederación Perú
Boliviana, Mariscal Andrés de Santa Cruz, había promovido la expedición
Freire. En represalia de este hecho, las embarcaciones “Aquiles” y
“Colocolo” fueron enviadas a aguas de la confederación con orden de
capturar las naves peruanas que encontrasen en su trayecto.
El “Aquiles” arribó al puerto del Callao el 21 de agosto de 1836; su
Capitán fingió estar en una misión diplomática y solicitó una reunión con
el Comandante de la Marina Peruana. Llegada la media noche,
marineros chilenos sigilosamente abordaron y capturaron tres naves
peruanas: “Arequipeño”, “Santa Cruz”, y “Peruviana”.
Santa Cruz se negó a llevar a cabo acciones decisivas en ese momento
para no interrumpir la paz con Chile. Esta actitud bien pudo deberse a
su deseo de no luchar en varios frentes, cuando el gobierno argentino
ya se había declarado hostil a la Confederación o a su interés por lograr
apoyo del Estado chileno a su proyecto político. En cualquier caso, Santa
Cruz no pudo recuperar las embarcaciones perdidas y este evento
modificó el equilibrio de poder en el Pacífico Sur, habiendo Chile
aumentado su flota con la consiguiente obtención del dominio sobre el
Pacífico Sur americano.
El Senador Mariano Egaña fue nombrado por el Gobierno de Prieto como
Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de Chile ante el
Gobierno de la Confederación Perú Boliviana. Sus objetivos eran varios,
pero llevaba consigo la autorización de su Gobierno para declarar la
guerra en caso de no conseguir condiciones ventajosas para el Estado
chileno.
Egaña abandonó Lima el 11 de noviembre de 1836, anunciando al
Gobierno que el Estado de Guerra se encontraba vigente entre la
Confederación y Chile6.
El 11 de septiembre de 1837, zarpó del puerto chileno de Valparaíso
una expedición bajo el nombre “Ejercito Restaurador”, al mando del
Almirante Blanco Encalada, con el propósito de destruir la
Confederación Perú Boliviana. Aparte de las tropas chilenas, este
ejército también contaba con la participación de una División peruana.
La expedición desembarcó en los puntos de Arcinta y Quilca, después
de haber causado algunos daños en los puertos de Cobija, Iquique, Arica
e Islay, entre el 24 y el 29 de septiembre.
6 Phillip T. Parkerson; Andrés de Santa Cruz y la Confederación Perú –
Boliviana (1835-1839); Pág. 178; Editorial “Juventud”, La Paz – Bolivia;
1984.
Blanco Encalada había calculado que el Ejercito de la Confederación se
encontraba dividido, encontrándose en Lima la mayor parte de las
tropas que guarnecían el Perú, y en la frontera con la Confederación
Argentina las tropas que controlaban Bolivia. El comandante chileno
había planificado avanzar hacia la ciudad de Arequipa, región central de
la Confederación, donde la fuerza militar peruano – boliviana era
relativamente débil.
Blanco Encalada, por informes de los oficiales peruanos que le
acompañaban, estaba seguro de contar con el apoyo moral y material
de la ciudad de Arequipa; sin embargo, cuando la ocupó el 11 de octubre
de 1836 se encontró con que 2/3 de la población la había abandonado,
llevándose consigo cualquier cosa que pudiera servir al enemigo.
El comandante de la guarnición de Arequipa, General Blas Cerdeña,
había abandonado la ciudad sin ofrecer combate al enemigo. Dicha
acción no fue bien recibida por Santa Cruz ya que las fuerzas invasoras
y las que comandaba Cerdeña eran equivalentes, contando con unos
2.800 hombres cada una.
Santa Cruz salió de Bolivia y se apresuró a tomar contacto con el ejército
invasor, reuniendo tropas a medida que avanzaba hacia la zona del
conflicto. El 5 de noviembre el Ejército de Santa Cruz ya contaba con
5.000 hombres, entre ellos 800 de caballería. Adicionalmente, el
Protector había ordenado que una División al mando del General Vigil
avanzara desde Lima hacia el puerto de Quilca para cortar la retirada
del “Ejército Restaurador”.
El ejército de Santa Cruz tomó posición en las alturas de Paucarpata y
realizó demostraciones de fuerza el 14 y 15 de noviembre. A pesar de la
patente superioridad de las fuerzas de la Confederación en varios
aspectos, el 17 de noviembre de 1837 Santa Cruz y Blanco Encalada
firmaron un acuerdo en Paucarpata.
El acuerdo firmado era favorable a Chile y garantizaba el retorno de la
fuerza invasora a su punto de origen completamente intacta. Este acuerdo, que debía ser ratificado por el Gobierno y el Parlamento
chilenos en un plazo de 15 días, fue rechazado mediante decreto de 24
de diciembre de 1837 y las hostilidades fueron reanudadas por Chile.
Una nueva expedición militar fue armada por el Gobierno de Chile al
mando del General Bulnes. Este segundo “Ejército Restaurador” estaba
compuesto por 5.400 hombres; 60 eran peruanos, entre los cuales
figuraban 4 generales, además de otros jefes y oficiales. La fuerza
expedicionaria zarpó el 6 de julio de 1838.
Entre el 7 y 8 de agosto el “Ejército Restaurador” desembarcó en Ancón,
pequeño villorrio costero cercano a Lima. Bulnes abrigaba la esperanza
de que Orbegozo, quien ya se había manifestado en contra de la
Confederación y de su Protector Santa Cruz, le diera la bienvenida y se
incorporara a sus fuerzas.
Evidentemente Orbegozo deseaba que el Estado Peruano del Norte, del
cual era Presidente, se separara de la Confederación; sin embargo, la
opinión pública le hubiese sido adversa si apoyaba la invasión chilena.
En estas circunstancias, se preparó para la defensa y nombró al General
Domingo Nieto Comandante del ejército.
Posteriormente, el General Nieto, aparentemente porque Orbegozo
había decidido transigir a las condiciones de Bulnes, decidió formar
alianza con Santa Cruz con la finalidad de expulsar al ejército chileno del
Perú. Nieto movilizó sus tropas hacia el puente Guía, con el propósito de
detener al “Ejército Restaurador” que avanzaba hacia Lima y el Callao.
Las tropas de Nieto no pudieron contener el ataque y fueron vencidas
en la batalla de la Portada de Guía el 18 de septiembre de 1838. El
“Ejército Restaurador” ya prácticamente sin oposición ocupó la ciudad
de Lima en horas de la noche de la misma jornada.
La ocupación de Lima por el ejército invasor duró hasta el 8 de
noviembre, fecha en que salió precipitadamente de la ciudad debido a
que las fuerzas de Santa Cruz arribaron con intención de presentar batalla. Santa Cruz ingresó el 10 de noviembre a Lima, siendo recibido
con muestras de alegría.
El protector abandonó Lima para buscar una batalla decisiva con el
ejército enemigo; la campaña no podía ser larga porque la
Confederación se encontraba al borde de la fractura debido a la rebeldía
de Orbegozo y una revolución que se estaba gestando en contra de
Santa Cruz desde Bolivia.
La batalla final tendría lugar el 20 de enero de 1839 en las
inmediaciones del caserío de Yungay. Bulnes en Yungay se encontraba
en inferioridad numérica, pero a pesar de esta desventaja consiguió una
gran victoria sobre Santa Cruz y sus tropas.
Santa Cruz no consideraba esta derrota como definitiva porque aún
contaba con dos ejércitos, uno en el sur del Perú y otro en Bolivia, que
podrían haber constituido la base para una reacción en contra del
“Ejército Restaurador”; sin embargo, su derrota afirmó el movimiento
revolucionario en Bolivia y le obligó a buscar el exilio. Yungay representó
la finalización de la guerra y la destrucción de la Confederación Perú
Boliviana.
7 SEGUNDA INVASIÓN PERUANA A
BOLIVIA (1841 – 1842)
Terminado el gobierno de Santa Cruz, comienza un período dominado
por las luchas entre una variedad de caudillos que, ambicionando la
Presidencia de la República, van a enfrentarse con una ferocidad tal que
van a terminar minando el poder nacional hasta su extinción casi
definitiva.
A la caída de Santa Cruz, José Miguel Velasco fue elegido como
Presidente de la República por la Asamblea de 1839. Esta misma
asamblea se negó a designar como Vicepresidente a José Ballivián, que
había sido parte fundamental de la revolución en contra de Santa Cruz;
este hecho movió a Ballivián a rebelarse permanentemente en contra
del Gobierno de Velasco.
Sin embargo, fue un levantamiento destinado a favorecer a Andrés de
Santa Cruz, desterrado en el Ecuador, el que finalmente le dio a Ballivián
la oportunidad de tomar el control de Bolivia.
En junio de 1841, el Coronel Agreda, líder del movimiento de
“Regeneración”, favorable al retorno de Santa Cruz, llevó a cabo una
insurrección exitosa en Cochabamba, que envió a Velasco al destierro
en la Confederación Argentina. Agreda entregó el poder a Enrique M.
Calvo, quien había ejercido como Vicepresidente durante el tiempo de la
Confederación Perú Boliviana; pero Calvo y la causa de la
“Regeneración” no contaban con el apoyo popular.
El General Agustín Gamarra, que ejercía la Presidencia del Perú, había
pedido en enero la aprobación del Parlamento peruano para invadir
Bolivia arguyendo que los acontecimientos políticos en el país tendían a
favorecer el retorno de Santa Cruz al Gobierno boliviano. El triunfo de los
partidarios de la “Regeneración” en Bolivia contribuyó a legitimar los
argumentos de Gamarra, que se preparó para la invasión.
Ballivián, que se encontraba exiliado en el Perú debido a la persecución
de Velasco, retornó a Bolivia aprovechando el desorden político en que
había caído el Gobierno de Calvo. El 27 de septiembre de 1841 llegó a
La Paz y tomó el mando supremo del Estado; de forma inmediata
escribió una carta a Gamarra haciéndole saber que se encontraba en
control del Estado boliviano y que había desaparecido el peligro de que
Santa Cruz retornase al país.
No obstante, esta comunicación de Ballivián, Gamarra movilizó su
ejército desde Puno e invadió territorio boliviano, llegando a la población
de Huaycho (Puerto Acosta en la Actualidad) el 2 de octubre. La fuerza
invasora ingresó a La Paz el 19 de octubre de 1841.
En estas difíciles circunstancias, Velasco se encontraba organizando un
ejército en el sur de Bolivia, con el objeto de desatar una revolución y
recuperar la Presidencia. Enterado Velasco de que la invasión se había
producido, decidió enviar a Ballivián los 1.200 hombres de que disponía.
Ballivián se cuidaba de no dar batalla al ejército invasor mientras sus
fuerzas se fortalecían; sin embargo, varios enfrentamientos tuvieron
lugar antes de la batalla definitiva. El 22 de octubre se produjo un
combate en la localidad de Mecapaca, que resultó favorable a las tropas
bolivianas.
Más significativas aún fueron las acciones registradas en el mes de
noviembre. En las Provincias peruanas de Chucuito y Huancané se había
organizado un cuerpo de infantería y un batallón de caballería que
debían reforzar y llevar provisiones al ejército de Gamarra. Guerrilleros
bolivianos de las provincias de Omasuyos y Larecaja, al enterarse de la
internación de una nueva fuerza peruana, atacaron a los invasores el 16
de noviembre de 1841 y los vencieron en la localidad de Huarina.
Las fuerzas peruanas derrotadas e intentando replegarse hacia una
zona segura fueron nuevamente vencidas por los guerrilleros el 17 de
noviembre en la localidad de Tiquina.
Finalmente, Ballivián presenta batalla en los campos de Ingavi el 18 de
noviembre de 1841 y resulta victorioso. Durante la batalla el general
Agustín Gamarra perece y sus principales colaboradores son muertos o
tomados prisioneros con lo cual el gobierno peruano queda
descabezado. Producto del triunfo, Ballivián penetra en territorio
peruano y ocupa la ciudad de Puno el 7 de enero de 1842, localidad en
la que permanece por varios meses.
Ballivián firmó un Tratado de Paz y Amistad el 7 de junio de 1842,
obligado por varios motivos: la necesidad de tomar efectivamente el
control de Bolivia; debido a la reorganización del ejército peruano; y la
amenaza de un ataque chileno si el ejército boliviano no desocupaba el
Perú. Ballivián cuando firma el tratado de paz con el Perú, no exige
indemnización por gastos de guerra o la cesión a Bolivia de territorio
peruano alguno.
Algunos autores aseveran que con la batalla de Ingavi, Bolivia consolida
definitivamente su independencia del Perú.
8 GUERRA DEL PACÍFICO CON ESPAÑA
(1863 - 1866)
En agosto de 1862 zarpó de Cádiz (España) una flota que tenía por
destino el Océano Pacífico. El comandante de la expedición, Almirante
Luis Hernández Pinzón, tenía la instrucción oficial de establecer buenas
relaciones entre el Estado español y los países americanos; sin
embargo, el Gobierno peninsular esperaba también realizar una
demostración de fuerza para obtener una serie de indemnizaciones de
parte de los nuevos países hispanoamericanos, adeudadas a España
como producto de la Guerra de Independencia Hispanoamericana7.
La flota española pasó por Argentina y Chile sin encontrar dificultades;
pero el recibimiento en el Perú fue adverso y las indemnizaciones
exigidas por el representante español rechazadas vehementemente.
Hernández continuó su viaje, arribando a California (EE.UU.) el 26 de
julio de 1863.
Un serio incidente se registró el 4 de agosto en el Perú; varios súbditos
españoles fueron atacados por tropas peruanas, ocasionando pérdidas
humanas y materiales que obligaron a la representación española en el
Perú a exigir reparaciones de parte del Gobierno peruano. Un delegado
especial fue destacado al Perú por el Gobierno español, el señor Eusebio
Salazar y Mazarredo.
Salazar y Mazarredo presentó su caso ante las autoridades del Perú; al
recibir respuesta negativa a sus demandas ordenó a Hernández,
Almirante de la Flota española en el Pacífico, tomar las Islas Chincha de
soberanía peruana como garantía, hasta que el Gobierno peruano pague
las indemnizaciones exigidas por España y compense a las víctimas de los sucesos del 4 de agosto. Hernández ocupó las Islas Chinchas el 14
de abril de 1863, acto por el cual se dan por iniciadas las hostilidades.
7 Valentín Abecia B.; Las Relaciones Internacionales en la Historia de
Bolivia, Tomo I ; Pág. 591; Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz – Bolivia;
1986
En este período gobernaba en Bolivia el General José María de Achá. El
Presidente boliviano fue contactado por la diplomacia peruana para
obtener su apoyo, pero Achá decidió mantenerse neutral en este
conflicto; motivaron su decisión varias circunstancias: el hecho de que
su Gobierno estaba siendo atacado internamente por movimientos
subversivos; un serio diferendo limítrofe que Bolivia mantenía con Chile,
y que estaba a punto de transformarse en guerra abierta; y la vigencia
de un tratado por el que España reconocía la independencia de Bolivia,
ratificado por el Gobierno de Achá el 12 de mayo de 1861.
La situación cambió sustancialmente el año de 1865. Un fallido intento
de acuerdo diplomático en enero de dicho año culminó con una
revolución en el Perú que llevó a la Presidencia al Coronel Mariano
Ignacio Prado. Prado justificó su proceder aduciendo que el acuerdo
entre el Gobierno peruano y el representante español era desfavorable
y deshonroso para el Perú.
La flota española salió precipitadamente de aguas peruanas y se dirigió
hacia puertos chilenos. El Estado chileno fue sujeto de un ultimátum de
parte de José Manuel Pareja y Septién, oficial que había sustituido a
Hernández como comandante de la fuerza española, en sentido de que
debía pagar a España una indemnización por perjudicar las acciones de
su flota y favorecer al Perú.
Chilenos y peruanos combinaron sus fuerzas navales para hacer frente
a la amenaza española. Son importantes los combates de Abtao,
acaecido en febrero, y de Papudo, que tuvo lugar el 26 de noviembre de
1865. En la batalla de Papudo, el buque chileno “Esmeralda” combatió
y apresó a la corbeta española “Covadonga”; Pareja y Septién, conductor
de la flota española, no pudo asimilar la derrota y se suicidó en el navío
“Villa de Madrid”.
El Gobierno chileno había declarado formalmente la guerra a España el
24 de septiembre de 1865. Posteriormente, el 5 de diciembre de 1865,
Chile y Perú firmaron un tratado de defensa mutua, e invitaron a Bolivia
y a Ecuador a sumarse a la alianza.
El Gobierno boliviano estaba en manos de Mariano Melgarejo desde
diciembre de 1864. Su paso por el gobierno no es gratamente recordado
por los bolivianos en general debido a sus aparentes desaciertos en
política nacional como internacional y su conducta, generalmente tenida
como pintoresca. Los eventos geopolíticos más evidentes en este
período histórico son las pérdidas territoriales de las cuales se
responsabiliza a Melgarejo.
A comienzos de 1866, Melgarejo se consolidó en el Poder y estimó
conveniente para el prestigio de su Gobierno que Bolivia apoyara a
peruanos y chilenos en la guerra con España. Bolivia oficializa su ingreso
a la alianza americana el 11 de junio de 1866. referencia:8.
La participación de Bolivia en este conflicto ha sido minimizada o
completamente ignorada por los historiadores bolivianos, quienes han
preferido concentrarse en hechos relativos a la política interna de la
época. Sin embargo, un análisis de la situación estratégica de los
beligerantes, aún si fuese preliminar, nos muestra que la flota española
no podía contar con puerto seguro o provisiones en ningún punto del
Pacífico Sur porque prácticamente toda la costa le estaba vedada por la
guerra.
En efecto, España estaba en guerra con Chile, Perú y Ecuador, que
poseían los principales puertos de la zona afectada en conflicto.
Solamente en Bolivia, a través del puerto de Cobija, la flota española
podía encontrar amparo y recursos vitales. Las casas comerciales “Manuel Barrau y Hermanos” y “Artola e Hijos”, habían aprovisionado a
los españoles permitiéndole continuar la guerra.9.
8 Rodolfo Becerra R.; El Tratado de 1904, La Gran Estafa, Segunda Edición;
Pág. 57; Editorial “Plural”; La Paz – Bolivia; 2004.
Con la decisión del Gobierno boliviano de unirse a la alianza contra
España, las fuerzas españolas estaban condenadas al desgaste y a la
derrota.
En marzo de 1866, el Almirante Casto Méndez Nuñez, comandante de
la flota española desde el suicidio de Pareja, bombardeó exitosamente
la ciudad – puerto de Valparaíso en Chile. El 2 de mayo de 1866, la
escuadra española bombardeó el puerto peruano del Callao, pero el
éxito no se repitió; tres embarcaciones de los atacantes fueron
severamente dañadas y tuvieron que retirarse contando 194 bajas entre
sus marineros. Este combate fue el último de la guerra.
9 Valentín Abecia B.; Las Relaciones Internacionales en la Historia de
Bolivia, Tomo I; Pág. 598; Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz – Bolivia;
1986
9 GUERRA DEL PACÍFICO (1879 - 1884)
Esta, de todas las guerras que ha debido enfrentar Bolivia, es la que más
hondas repercusiones ha dejado en la moral colectiva de los ciudadanos
bolivianos. El conflicto tiene sus raíces en el nacimiento mismo de la
República y, aún hoy, resulta difícil su análisis debido a su complejidad.
Los acontecimientos de naturaleza bélica relativos a la Guerra del
Pacífico se remontan hasta el año 1857, momento en que una fuerza
chilena, destacada desde la fragata “Esmeralda”, ocupa la población
boliviana de Tocopilla. El Presidente Linares envió a Chile al señor
Manuel Macedonio Salinas para pedir al Gobierno de ese país la
indemnización por los daños causados en la ocupación, y la firma de un
Tratado de límites definitivo que fuera honroso para Bolivia. El Gobierno
chileno negó la invasión de territorio boliviano y se negó a celebrar un
Tratado de límites con Bolivia.
El año 1863, durante el Gobierno del General José María Achá, Bolivia
comenzó a resentir el hecho de que el Departamento del Litoral
albergaba riquezas que estaban siendo explotadas por extranjeros,
especialmente ciudadanos chilenos, sin ningún beneficio para el país.
En este marco, la fragata chilena “Esmeralda” nuevamente interviene
en Mejillones el año 1863. Ante la agresión, el Congreso Extraordinario
reunido en la ciudad de Oruro resuelve autorizar al Presidente Achá a
declarar la guerra a Chile si este país no cesaba la ocupación ilegal de
territorio boliviano; esto mediante Ley de 5 de junio de 1863.
Las tirantes relaciones con el Estado chileno experimentan una evidente
mejora con la llegada al poder de Mariano Melgarejo. Gracias al espíritu
de cooperación americana que surgió como producto de la Guerra
contra España, la misión diplomática chilena presidida por Aniceto
Vergara Albano, consigue del Gobierno boliviano un Tratado de Límites
por el cual se fija la línea de frontera entre Bolivia y Chile en el paralelo
24, y la repartición de las ganancias de la explotación del guano existente entre los paralelos 23 y 25. El Tratado fue firmado en Santiago
el 10 de agosto de 1866.
El diferendo limítrofe parecía solucionado, pero el aumento del volumen
de exportaciones de guano y salitre, incrementó el interés de Chile por
dominar las regiones productoras de estos recursos naturales. En vista
de esta situación, el Gobierno del Presidente Agustín Morales de Bolivia
promueve ante el Perú la firma de un Tratado secreto por el cual se
establecía la defensa mutua en caso de agresión por parte de una
tercera potencia. Después de extendidas negociaciones el Tratado se
firma el 6 de febrero de 1873. referencia:10.
El 6 de agosto de 1874 se firma un nuevo Tratado de Límites,
perfeccionado por un Tratado complementario el 21 de julio de 1875.
Hasta este punto de la Historia, la línea de frontera entre Bolivia y Chile
seguía siendo el paralelo 24.
El 14 de febrero de 1878, el Gobierno boliviano decreta un gravamen
de 10 centavos por quintal de salitre explotado a la compañía
“Melbourne and Clarke”, compañía que mantenía el monopolio de la
explotación de salitre en territorio boliviano. Esta es la excusa que utiliza
el Gobierno de Chile para situar a su blindado “Cochrane” frente a las
costas de Antofagasta en enero de 1879.
Después de algunos procedimientos legales y diplomáticos infructuosos,
el Gobierno chileno concreta la ocupación del puerto boliviano de
Antofagasta el 14 de febrero de 1879. En esta ocasión el “Cochrane”
fue reforzado por el blindado “Blanco Encalada” y la corbeta “O’Higgins”.
Las fuerzas chilenas ya estaban en territorio boliviano y Bolivia no tenía
un ejército para repeler la invasión. El ejército chileno, sin oposición
alguna, ocupó las poblaciones de Mejillones, Cobija y Tocopilla, hasta el 21 de marzo. Calama fue ocupada el 23 de marzo de 1879, después de
un intenso combate en el que pereció valientemente Eduardo Abaroa.
10 Rodolfo Becerra R.; El Tratado de 1904, La Gran Estafa, Segunda
Edición; Pág. 59; Editorial “Plural”; La Paz – Bolivia; 2004.
De esta forma, mediante un despliegue militar mínimo, se concretó la
ocupación chilena sobre la costa marítima boliviana.
El Perú, a instancias de Bolivia que le demanda el cumplimiento del
Tratado de Mutua Defensa de 1873, responde tibiamente manifestando
su intención de mediar en el conflicto. El Gobierno chileno se adelanta
a los acontecimientos y declara la Guerra al Perú el 6 de abril de 1879,
argumentando que había descubierto un Tratado Secreto de alianza
entre Perú y Bolivia para atacar a Chile.
El Gobierno peruano ingresa de lleno en la guerra solamente cuando su
territorio se ve en peligro. En esa situación, reclama la presencia del
ejército boliviano para llevar a cabo una oposición combinada a la fuerza
invasora.
El Presidente de Bolivia, General Hilarión Daza, sale apresuradamente
de La Paz con un ejército de cerca de 6.000 hombres, pobremente
armados y carentes de instrucción militar básica. Daza arriba a la ciudad
peruana de Tacna el 30 de abril, esperando embarcarse
inmediatamente hacia el litoral boliviano ocupado; sin embargo, el
Gobierno del Perú no tiene la intención de marchar a recuperar el litoral
boliviano. referencia:11.
La guerra, paralizada en tierra, continuó en el mar. El 21 de mayo de
1789 se produjo la batalla naval de Iquique; los blindados peruanos
“Huascar” e “Independencia” se enfrentaron a las naves chilenas
“Esmeralda” y “Covadonga”. El “Huascar” vence a la “Esmeralda”,
acción en la que muere heroicamente su Capitán Arturo Prat; pero el
blindado “Independencia” sufre el infortunio de chocar contra un
arrecife al perseguir a la “Covadonga”, y se pierde definitivamente.
11.- Roberto Querejazu C.; La Guerra del Pacífico; Pág. 51; Editorial Diario
“El Deber”; Santa Cruz – Bolivia; 2006.
El “Huascar”, con posterioridad, debió enfrentar la guerra marítima
prácticamente en solitario. Finalmente, después de varias acciones
favorables, el blindado peruano es emboscado en punta de Angamos
(Península de Mejillones) y sucumbe ante el fuego de los navíos
chilenos: “Blanco Encalada”, “Covadonga”, “Cochrane”, “O’Higgins”, y
“Loa”. Esto sucede el 9 de octubre de 1879.
Con la derrota del “Huascar”, Chile se convierte en dueño absoluto del
mar; y utiliza esta ventaja ampliamente.
El 2 de noviembre de 1879, una fuerza expedicionaria chilena
desembarcó en la población peruana de Pisagua y después de siete
horas de combate con tropas bolivianas y peruanas se hicieron con el
control de la localidad. El comando aliado diseñó un plan para recuperar
Pisagua; tres fuerzas realizarían una maniobra concéntrica sobre la
población ocupada: desde Tacna, en el norte, bajaría el General Daza
con su ejército; desde Iquique, en el Sur, el General Buendía movilizaría
sus tropas; y desde Potosí, en el Este, apoyaría este esfuerzo el General
Narciso Campero.
El plan no llegó a concretarse. Daza, avanzó hasta la zona de Camarones
desde donde optó por retroceder debido a que las dificultades del
terreno habían desalentado a su tropa, según el mismo manifestó;
Campero, que debía avanzar desde Potosí, hizo marchar a su ejército sin
rumbo fijo y no completó la misión que se le había encomendado.
Solamente Buendía arribó al punto de encuentro, pero su ejército de
cerca de 9.000 hombres, compuesto por bolivianos y peruanos, era
inferior en número al chileno que superaba los 10.800. El 19 de
noviembre tuvo lugar la batalla de San Francisco, que terminó en dura
derrota para los aliados peruanos y bolivianos.
Luego de la derrota, la fuerza peruana más el regimiento boliviano “Loa”
se repliega al pueblo de Tarapacá. El ejército chileno persigue a estas
tropas con la intención de consumar su victoria y la ocupación del
Departamento peruano, pero sufren una seria derrota el 27 de noviembre de 1879. Sin embargo, los vencedores no pueden sostener
su posición y se ven obligados a retroceder hasta Arica.
De este modo, Chile se hacía dueño del Departamento de Tarapacá,
zona en la cual se explotaba el guano que exportaba el Perú. El contraste
militar para los aliados tuvo repercusiones políticas, los Presidentes del
Perú y de Bolivia, General Mariano Ignacio Prado y General Hilarión Daza
respectivamente, fueron reemplazados.
En estas circunstancias de incertidumbre política, el General Narciso
Campero se convierte en Presidente de Bolivia y se une al ejército aliado
en la ciudad de Tacna. En el teatro de operaciones Campero es
reconocido como Supremo Director de la Guerra; en esta condición
ordena al ejército aliado tomar posición en la Meseta de Intiorco, que
posteriormente sería conocida como campo del “Alto de la Alianza”.
El 26 de mayo de 1880 se produjo la batalla; el ejército aliado de 12.000
hombres, enfrentó al ejército chileno, compuesto por 19.000 hombres.
La victoria, al final de la jornada, fue para los chilenos. Después de la
derrota el ejército boliviano retornó a su territorio para no intervenir más
en la guerra. El Perú debió seguir combatiendo por su cuenta hasta su
derrota definitiva el año de 1883.
El año 1904 la presión chilena rinde sus frutos obligando a Bolivia a
firmar un tratado de “Paz, amistad y límites” por el cual, el país
renunciaba a perpetuidad a los territorios costeros que habían sido
ocupados por fuerzas chilenas en la guerra de 1879. La cesión se hacía
a cambio de algunas compensaciones de dudoso valor para Bolivia.
Con la firma del tratado Bolivia pierde su cualidad marítima; sin
embargo, debido a su natural inclinación geográfica hacia el Occidente
del continente, el país gravita de forma permanente sobre el Océano
Pacífico.
10 GUERRA DEL ACRE (1899 - 1903)
Con la finalización del siglo XIX, sobrevinieron también cambios que
modificaron el eje de poder político económico que había dominado
Bolivia desde la fundación del país hasta entonces; dicho eje
involucraba a las ciudades de Potosí y Sucre.
Con la sustitución de la plata por el estaño como principal producto de
exportación nacional, se constituyó un nuevo eje que involucraba a las
ciudades de La Paz y Oruro, que dominaban el espacio geográfico en el
cual se producía el estaño y por su inclinación al Pacífico no requería de
otras ciudades para cerrar el círculo productivo.
Los cambios económicos determinaron la sustitución de una élite
política por otra. El pretexto que la nueva oligarquía paceña arguyó para
comenzar las hostilidades fue el rezago económico que le ocasionaba a
la ciudad de La Paz el tener que sostener la economía de todo el país;
la solución que se planteó fue la federalización del país, dejando a cada
departamento la posibilidad de explotar sus recursos y emplear sus
ganancias de la forma que viera conveniente. La oligarquía capitalina,
por su parte, no estaba dispuesta a renunciar al poder de forma
voluntaria.
El choque de voluntades político - económicas desembocó en una crisis
interna que se tornó rápidamente guerra civil. Los efectos negativos del
conflicto se multiplicaron en diversos órdenes. En lo interno, desangró
al país una vez más aumentando su debilidad; creó odios regionales que
aún en la actualidad se hacen evidentes cada cierto tiempo; finalmente,
con el triunfo de la facción rebelde liderada por el General José Manuel
Pando, se produjo el cambio de la sede de gobierno a la ciudad de La
Paz.
En el ámbito externo la situación se hacía cada vez más difícil para
Bolivia, enfrentando su momento de mayor debilidad nacional, debe
afrontar la presión expansionista simultánea de las repúblicas vecinas.
Brasil también hizo patente su ambición por los territorios del Noroeste
del país, la cancillería respondió expulsando al embajador del Brasil,
disipando transitoriamente el peligro.
Terminada la guerra civil, inmediatamente surge un serio problema en
los territorios del Norte. Una revolución separatista dirigida por el
español Luis Gálvez de Arias declara el 14 de julio de 1899 la separación
del Acre de Bolivia y su constitución como “Estado Independiente del
Acre, Purús y Yacú”, con capital en la Cidade do Acre.
Las razones para el repentino movimiento político en los territorios del
Noroeste eran claras, la región se había convertido en un emporio
productor de goma natural, materia prima de extensa demanda en
Europa y Norteamérica debido, en particular, al crecimiento de la
industria automotriz.
El Gobierno del General José Manuel Pando envió al señor Pedro Kramer
como Delegado con la instrucción de normalizar la situación en el
territorio del Acre. Kramer no llega a ejercer su autoridad porque fallece
de fiebre amarilla cuando se dirigía a la zona del conflicto. En estas
circunstancias, quedó como responsable el Administrador de la Aduana
en Puerto Alonso, el señor Ladislao Ibarra.
Ibarra decretó el estado de sitio en la zona del conflicto el 30 de
diciembre de 1899. Adicionalmente a las acciones civiles que se
ejecutaron, el Gobierno boliviano envió tres expediciones militares al
Acre: La primera expedición dirigida por el Dr. Andrés Muñoz, designado
como Delegado Nacional, que partió de la ciudad de La Paz al mando de
367 hombres el 29 de octubre de 1899; la segunda expedición dirigida
por el Dr. Lucio Pérez Velasco, Primer Vicepresidente de la República,
que partió de la ciudad de Santa Cruz al mando de 130 hombres el 27
de junio de 1900; y la tercera expedición dirigida por el Coronel Ismael
Montes, Ministro de Guerra, integrada por 321 hombres (Batallón
Independencia).
Como es lógico, las tres expediciones llegaron al teatro de operaciones
en diferentes momentos, hecho que impidió que pudieran actuar en
conjunto. Muñoz arribó a Riberalta el 14 de diciembre de 1899,
mientras que Montes llegó a Mercedes el 6 de octubre de 1900.
El 4 de enero de 1900 Galvez, líder de los revolucionarios, ocupa Puerto
Alonso y reduce a prisión al Administrador Ladislao Ibarra.
El 24 de febrero, Muñoz declara estado de sitio en toda la región del
Noroeste boliviano y se prepara para entrar en combate. El 22 de agosto,
Muñoz y sus tropas ocupan la localidad de Capatará, ya en territorio del
Acre. Esta misma fuerza enfrenta y vence a los revolucionarios
separatistas en Cajueiro el 5 de diciembre, y en Riosinho el 12 de
diciembre de 1900.
El hecho más relevante de la contienda fue la reconquista de Puerto
Alonso, realizada por la fuerza boliviana comandada por Muñoz el 24 de
diciembre de 1900. La restauración definitiva de la soberanía nacional
en el territorio del Noroeste se produce con los triunfos de Amapá el 29
de diciembre, y de Bagé el 30 de diciembre de 1900.
La integridad del territorio amenazado se había salvado, pero era
evidente que Bolivia no podía ejercer su soberanía en el Noroeste debido
a la insuficiencia de recursos económicos, materiales y humanos del
Estado. En consecuencia, el Gobierno boliviano firmó el 11 de julio de
1901 un contrato de administración fiscal con la empresa
estadounidense (de Nueva York) “The Bolivian Syndicate”; con el
propósito de establecer una presencia permanente en el Noroeste.
El Gobierno del Brasil objetó la firma de este contrato, arguyendo que
era lesivo para la soberanía de los países sudamericanos. De forma
paralela al reclamo brasileño, estalló una segunda revolución
separatista al mando del Coronel Plácido de Castro el 7 de agosto de
1902.
De forma espontánea se organizaron unidades de autodefensa a
instancia de los propios habitantes bolivianos del Acre. El empresario
Nicolás Suárez, con sus propios recursos arma un contingente que toma
el nombre de “Columna Porvenir”, que actúa exitosamente en la batalla
de Bahía (actualmente Ciudad de Cobija) el 11 de octubre de 1902.
Más al Norte, el Coronel Rosendo Rojas al mando de otra columna
boliviana se enfrentó a Castro en la batalla de Vuelta Empresa
(actualmente Ciudad de Río Branco) con resultado favorable; sin
embargo, la falta de aprovisionamiento y municiones le hacen capitular
el 15 de octubre de 1902. Posteriormente, Castro pone bajo asedio
Puerto Acre (antes Puerto Alonso) que, luego de algunos meses de
resistencia, se rinde el 24 de enero de 1903.
Ante la gravedad de la situación y las derrotas militares sufridas, el
propio Presidente de la República, General José Manuel Pando, se
desplaza a la zona del conflicto dejando el Gobierno en manos del
Segundo Vicepresidente el Dr. Anibal Capriles. Pando llega a
Rurrenabaque el 26 de febrero de 1903, donde une su reducida fuerza
al contingente comandado por el Coronel Ismael Montes.
De forma inmediata el Presidente conduce sus tropas hacia Puerto Rico,
población en la que Castro había establecido su centro de operaciones.
La fuerza separatista es puesta bajo asedio el 18 de abril, cayendo
Puerto Rico en manos bolivianas el 26 de abril de 1903.
No obstante que el movimiento separatista fue dominado, una División
brasileña ocupó Puerto Acre en el mismo mes de abril de 1903,
convirtiendo un problema interno en un conflicto internacional12. La
intervención directa del Brasil hizo inútiles las victorias obtenidas en el
campo de batalla.
12 Enrique Finot; Nueva Historia de Bolivia; Pág. 328; Editorial Juventud, La
Paz – Bolivia, 1998.
En la ciudad de Río de Janeiro, la diplomacia boliviana negociaba con la
Cancillería del Brasil. Producto de estas negociaciones se acordó un
“Modus Vivendi” el 21 de marzo de 1903, que tenía por objeto evitar el
escalamiento del conflicto. Finalmente, el 17 de noviembre de 1903 se
celebró el tratado de Petrópolis por el cual Bolivia cedió el Acre al Brasil.
11 GUERRA DEL CHACO BOREAL (1932 -
1935)
Tanto para Bolivia como para el Paraguay el siglo XX comenzó con
avances en sus respectivas posiciones en el Chaco; ambos países
levantaban fortines militares, aunque con distintos niveles de énfasis
porque el problema chaqueño era de vital importancia para el Paraguay,
mientras que para Bolivia se manifestaban otras amenazas con mayor
intensidad.
El 22 de abril de 1927 se suscribió en Buenos Aires el Protocolo
Gutiérrez - Díaz León. En esta negociación se revelaron profundas
diferencias doctrinales entre las posiciones de Bolivia y Paraguay, que
anticipaban el estancamiento indefinido de la búsqueda de una
solución. Las principales diferencias en cuanto a la doctrina de ambos
estados eran, a saber:
Para Bolivia la cuestión de Chaco es fundamentalmente territorial,
puesto que la finalidad es la determinación de la pertenencia del
territorio que es motivo del litigio. Paraguay, por otra parte, interpreta el
diferendo como un simple problema de límites; siendo, por tanto, el
fondo de las negociaciones el de garantizar un juicio de deslinde y no así
un juicio de propiedad, como defiende Bolivia.
Bolivia invoca los derechos de la Real Audiencia de Charcas sobre la
integridad del territorio del Chaco Boreal. Paraguay, en contrapartida,
sólo acepta el deslinde entre la antigua Gobernación Militar de Chiquitos
y las Provincias del Alto Perú de 1825, con la antigua Provincia del
Paraguay.
Bolivia, acudiendo al Protocolo Gutiérrez – Díaz León esperaba
determinar con el Paraguay una zona de arbitraje. Paraguay entiende
que la totalidad del Chaco Boreal es suyo, y sus esfuerzos están
orientados a la determinación de los límites Norte y Oeste del que cree es su territorio; por lo tanto, no considera que sea necesario establecer
una zona de arbitraje.
El acuerdo fue imposible de alcanzar; no obstante, el Paraguay se
benefició con el mantenimiento del Statu – Quo establecido en 1907.
Las conferencias se cerraron el 12 de julio de 1928.
El Paraguay construyó varios puestos militares en las márgenes del río
del mismo nombre, el más importante de todos ellos, por su
envergadura, era Fuerte Olimpo. No obstante, eran los fortines “Galpón”
y “Patria” los que le cerraban directamente el acceso a Bolivia al río
Paraguay. Sobre el río Pilcomayo se fundaron otros puestos en las
cercanías de los Esteros de Patiño, con proyección hacia Pozo Colorado
y Nanawa, prácticamente en el centro del territorio en disputa.
Bolivia había construido entre 1923 y 1928, 11 fortines de avanzada en
el Chaco: “Muñoz” y “Saavedra” en 1923; “Sorpresa” y “Trifunqué” en
1926; “Vanguardia”, “Paredes”, “Pando”, “Vitriones”, “Alihuatá”, “Arce”
y “Cuatro Vientos” en 1927. referencia:13.
Sin embargo, Querejazu anota lo siguiente: “Mientras el Paraguay
tomaba posesión del Chaco mediante el sistema de concesiones
graciosas” a capitalistas argentinos y de otros países, la acción de
Bolivia era débil y esporádica. La penetración paraguaya daba
“inmediato rendimiento industrial” 14.
A fines de 1928, el apresamiento de un oficial paraguayo por fuerzas
bolivianas motivó el ataque paraguayo a Fortín Vanguardia el 5 de
diciembre de 1928. Bolivia en represalia tomó los fortines paraguayos
Boquerón y Mariscal López. El Presidente Siles, considerando que Bolivia no estaba preparada para una conflagración bélica, prefirió
buscar la paz.
13 Félix Eguino Z.; Sinopsis de la Historia de Bolivia, Segunda Edición; Pág.
113; Editorial “SATE”; La Paz – Bolivia; 1964.
Un comité de Conciliación de varias naciones latinoamericanas
determinó que la responsabilidad era del Paraguay. Este país debió
reconstruir y abandonar Vanguardia; Bolivia también fue obligada a
dejar los fortines tomados.
Ya se habían producido los graves incidentes de Laguna Pitiantuta
(Chuquisaca), con el desalojo militar de las fuerzas bolivianas de esta
posición, efectuado por tropas paraguayas entre el 15 y 16 de julio de
1932. Bolivia responde tomando los fortines paraguayos Toledo,
Corrales y Boquerón, entre el 24 y el 31 de julio de 1932, comenzando
de esta manera la Guerra del Chaco.
La primera fase de la guerra se extiende desde los sucesos de Laguna
Chuquisaca hasta la batalla de Campo Jordán en marzo de 1933;
teniendo como sucesos más significativos la gloriosa defensa de
Boquerón y su caída. La segunda fase de la guerra tuvo lugar el año
1933, teniendo como punto sobresaliente la fracasada ofensiva
boliviana sobre Nanawa, que concluye el 4 de julio de 1933. La tercera
fase se extendió, fundamentalmente, durante 1934 que tiene en lo
militar su punto culminante en la retirada estratégica boliviana de
“Ballivián” y la caída del Presidente Salamanca. La cuarta y última fase
del conflicto se disputó el año 1935, y tiene como hechos principales la
batalla de Villamontes y la recomposición del Ejército boliviano15.
El 12 de junio de 1935 se firma en Buenos Aires un Protocolo Preliminar
de Paz con el cual cesan las hostilidades en el Chaco, cuando el
dispositivo militar paraguayo estaba a punto de quebrantarse ante la
derrota en Villamontes. Hacia el final del conflicto se hizo evidente el apoyo de las grandes potencias del cono sur, Brasil y Argentina, a la
causa paraguaya.
El tratado de Paz definitivo se firma el año 1938, este documento fue
elaborado bajo una premisa: “sin vencedores ni vencidos”.
15 Las cuatro fases que se describen en este documento están basadas en
las fases que propone el historiador militar General Luis Fernando Sánchez
G., en su libro Historia de la Guerra del Chaco: Boquerón 1932.
12 SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (1942 –
1945)
Entre la mayoría de los ciudadanos bolivianos es prácticamente
desconocida la participación de Bolivia en la Segunda Guerra Mundial,
y su trascendencia en el resultado final de la misma. La historiografía
boliviana ha relativizado el significativo aporte económico del país y las
repercusiones nacionales e internacionales que se desprenden de la
participación de Bolivia en el conflicto.
El papel de Bolivia comienza a prefigurarse cuando el país todavía se
encontraba empeñado en el esfuerzo bélico de la Guerra del Chaco con
el Paraguay. En los Estados Unidos de Norteamérica el Comité de
Relaciones Exteriores del Congreso, estableció un subcomité encargado
de estudiar la dependencia de ese país con respecto a “materiales
estratégicos” que se obtenían de fuentes externas.
El subcomité determinó en su estudio que el estaño era “uno de los
materiales más importantes en el esquema de la defensa nacional”16.
La utilización del estaño era, de hecho, bastante amplia porque sus
cualidades le permiten recubrir y proteger otros metales, reduciendo los
efectos de la fricción y permitiendo que metales diferentes puedan ser
unidos en un solo dispositivo. También era utilizado ampliamente en el
envasado de alimentos, debido a su capacidad de conservación.
El estudio era enfático en el hecho de que Estados Unidos consumía la
mitad del estaño que se producía en el mundo; sin embargo, no contaba
con yacimientos importantes del mineral en su territorio nacional, ni
poseían plantas de fundición para procesar el mismo. Esta circunstancia
obligaba al estado norteamericano a comprar estaño refinado de industriales establecidos en Malasia e Inglaterra, en un volumen de 90%
y 10%, respectivamente ref17.
16 Roberto Querejazu C.; Llallagua; Pág. 259; Editorial “Los Amigos del
Libro”; La Paz – Bolivia; 1998.
Cuando la Segunda Guerra Mundial dio inicio el 1 de septiembre de
1939, con la invasión alemana de Polonia, el Gobierno de los Estados
Unidos decidió planificar una estrategia para afrontar el conflicto, ante
la eventualidad de que la guerra desatada en Europa se extendiera
hasta Norteamérica.
Un nuevo subcomité del Congreso estadounidense recomendó al Poder
Ejecutivo la inversión de 10 Millones de dólares anuales en la compra
de “materiales estratégicos” para garantizar la defensa del país. Este
segundo subcomité estableció que el estaño era “el más importante y el
más caro de los metales estratégicos”, y se planteó la necesidad de
comprar hasta 100.000 toneladas del mismo.
El año 1939, a pesar de la decadencia en la que había entrado la
explotación del estaño, Bolivia poseía el mayor yacimiento de filones de
estaño conocido en el mundo hasta esa fecha; no obstante, la
orientación política del Gobierno boliviano era una seria preocupación
para los intereses bélicos norteamericanos. Germán Busch Becerra, de
padre alemán, era Presidente de Bolivia y se especulaba que había
establecido contactos políticos y económicos con Alemania.
Estos hechos habían enfriado las relaciones diplomáticas entre Bolivia y
Estados Unidos. Sin embargo, el 22 de agosto de 1939, diez días antes
de que comience oficialmente la Guerra, Busch murió en circunstancias
que todavía no se encuentran esclarecidas.
Entonces los Estados Unidos comenzaron a trabajar para que Bolivia se
alineara con la causa de los países aliados, entablando conversaciones
con los Gobiernos del General Carlos Quintanilla y del General Enrique
Peñaranda. Ambos Gobiernos se mostraron reticentes a formar parte de una alianza en contra del Eje que habían conformado Alemania, Italia y
Japón; debido a ciertas simpatías ideológicas, pero fundamentalmente
porque los alemanes y sus aliados estaban ganando la Guerra por
entonces.
17 Roberto Querejazu C.; Llallagua; Pág. 260; Editorial “Los Amigos del
Libro”; La Paz – Bolivia; 1998.
La situación cambió el 18 de julio de 1941, cuando el Secretario de la
Legación diplomática de los Estados Unidos, Douglas Jenkins, hizo
conocer a la Cancillería de la República una carta del agregado de la
embajada boliviana en Alemania, Mayor Elías Belmonte, cuyo
destinatario era el representante de la Embajada alemana en La Paz,
Ernest Wendler. El contenido del documento hablaba de un complot
para derrocar el Gobierno del General Peñaranda, e instaurar en su lugar
un régimen pro – Nazi en Bolivia ref18.
El Gobierno boliviano tomó medidas de forma inmediata: el Mayor
Belmonte fue degradado y su estatus diplomático desconocido; se
procedió a censurar varios periódicos de tendencia nacionalista, como
“La Calle”, “Busch” e “Inti”; y la comunidad alemana fue sometida a un
intenso escrutinio. Pero la medida más importante que se adoptó fue la
expulsión del embajador alemán de Bolivia.
Posteriormente se llegó a saber que la carta de Belmonte a Wendler
había sido falsificada por la inteligencia inglesa, como parte de sus
esfuerzos por inclinar a los Gobiernos de Sudamérica hacia los países
Aliados. La estratagema dio resultado en Bolivia, inclinando a su
Gobierno a la colaboración con los Estados Unidos en sus aprestos
bélicos.
El 4 de noviembre de 1940, el representante diplomático
estadounidense suscribió un contrato por 5 años con todos los
productores de estaño bolivianos, con excepción de Simón I. Patiño,
para la venta exclusiva del mineral a Estados Unidos. Posteriormente se produjo la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania, Italia y
Japón.
18 Valentín Abecia B.; Las Relaciones Internacionales en la Historia de
Bolivia, Tomo III; Pág. 120; Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz –
Bolivia; 1986.
El 7 de diciembre de 1941, el Imperio del Japón atacó la base naval de
Pearl Harbor, en las islas Hawái de los Estados Unidos, acción que
determinó el ingreso de este país a la Guerra. Este movimiento agresivo
incluyó también la ocupación de Hong Kong, Guam, Birmania, Borneo,
Filipinas y la península de Malasia. Todos estos territorios estaban bajo
el dominio japonés antes de que concluyera el mes de febrero de 1942.
En lo que concierne a Bolivia, la invasión japonesa de Malasia había
convertido, de hecho, al país en la única fuente de estaño para la
industria bélica de los países Aliados, particularmente de los Estados
Unidos y Gran Bretaña. Para el procesamiento del estaño boliviano, los
norteamericanos encargaron la construcción y administración de una
Planta a la compañía holandesa N.V. Billiton Maatschappij 19 . Las
instalaciones fueron construidas en el Estado de Texas y recibieron el
nombre de Fundición “Long Horn” 20.
Bolivia declaró la Guerra a los países del Eje (Alemania, Italia y Japón) el
año 1942. Esta decisión motivó al Gobierno de Franklin D. Roosevelt
para invitar al General Peñaranda a realizar una visita oficial a los
Estados Unidos, hecho que se produjo en mayo de 1943. Durante su
visita, la Casa Blanca hizo público un documento que decía: “Bolivia se
encuentra atareada en la producción de materiales estratégicos,
especialmente estaño, tungsteno, caucho y quinina, con los que
contribuye inmensamente a la derrota final de las potencias del Eje”.
En el encuentro que tuvo lugar entre Peñaranda y Roosevelt, el
presidente norteamericano le aseguró al mandatario boliviano que, a la conclusión de la Guerra, Bolivia ocuparía un lugar distinguido entre las
naciones que determinarían el futuro de la humanidad; también le
manifestó que, reunidas las potencias vencedoras, escucharían y
apoyarían a Bolivia en sus esfuerzos por recuperar una salida soberana
al Océano Pacífico.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Bolivia y otras 49 naciones se
reunieron el 25 de abril de 1945 en la ciudad de San Francisco, para
discutir un nuevo sistema de organización internacional que previniera
los horrores de una nueva conflagración mundial. El 24 de octubre se
aprobó la carta que dio vida a la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), siendo Bolivia uno de los países miembros fundadores.
19 Roberto Querejazu C.; Llallagua; Pág. 267; Editorial “Los Amigos del
Libro”; La Paz – Bolivia; 1998.
20 Valentín Abecia B.; Las Relaciones Internacionales en la Historia de
Bolivia, Tomo III; Pág. 119; Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz –
Bolivia; 1986.
13 GUERRA DE GUERRILLAS DE
ÑANCAHUAZÚ (1967)
En carta fechada el 1 de abril de 1965, Ernesto “Ché” Guevara le
explicaba a Fidel Castro, líder triunfante de la Revolución cubana y
Presidente de Cuba, que abandonaba la isla y su posición en el Gobierno
para emprender la lucha revolucionaria contra el imperialismo en otras
latitudes. Esta carta, hecha pública por Castro en octubre de 1965,
marcaba el comienzo de la expedición del “Ché” en Bolivia.
En mayo de 1966 una revista italiana publicaba un reportaje en el cual
se daba cuenta de que el guerrillero argentino – cubano se encontraba
en Sudamérica, preparando una Guerrilla. La noticia puso en alerta a
todos los Gobiernos de los países andinos ref21.
En Bolivia, los rumores acerca de la presencia del “Ché” en el país
tomaron cuerpo cuando Epifanio Vargas, un civil, hizo conocer a la
prensa el 6 de marzo de 1967, que un grupo guerrillero se encontraba
operando en la provincia de Vallegrande. Para controlar la continua
alusión de los medios periodísticos a las supuestas actividades que
desplegaba el guerrillero en territorio boliviano, el General René
Barrientos Ortuño, Presidente de la República, en declaración pública
niega que existan actividades guerrilleras en Bolivia.
Sin embargo, el 23 de marzo de 1967, un día después de las
declaraciones de Barrientos, una patrulla militar al mando del
Subteniente Rubén Amézaga Faure fue emboscada en un cañadón del
río Ñancahuazú, sufriendo siete bajas a manos de los guerrilleros.
El 10 de abril la guerrilla del “Ché” entabla nuevamente combate con
efectivos del Ejército en Iripití, venciendo nuevamente a la fuerza
boliviana; el saldo de la derrota fue 10 militares muertos, entre los cuales se encontraban 2 oficiales, y 30 prisioneros22. Los guerrilleros
continuaron obteniendo victorias sobre el ejército boliviano en Pincal y
el Espino ref23.
21 Gary Prado S.; Poder y Fuerzas Armadas (1949 – 1982); Pág. 194;
Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz – Bolivia; 1987.
El primer revés que sufrió la guerrilla fue la captura del francés Regis
Debray y del argentino Ciro Roberto Bustos, el 20 de abril de 1967. La
captura de ambos extranjeros le permitió al Gobierno boliviano certificar
el hecho de que el “Ché” Guevara se encontraba en Bolivia, y condenar
las acciones guerrilleras como un acto de intervención foránea en
Bolivia.
Guevara comandaba una fuerza compuesta por 52 efectivos; 29
bolivianos, 16 cubanos y el resto de otras nacionalidades. A fines del
mes de abril, la guerrilla se divide en dos grupos, el principal comandado
por el “Ché” y otra columna al mando de Juan Acuña Nuñez (alias,
Joaquín). Para hacer frente a la amenaza, se encargan las operaciones
militares a dos Divisiones del Ejército: la Cuarta División, al mando del
Coronel Luis Antonio Reque Terán; y la Octava División, al mando del
Coronel Joaquín Zenteno Anaya.
El Ejército boliviano comprobó en la práctica que se hallaba falto de
formación y experiencia en las estrategias y tácticas propias de la Guerra
Irregular; adicionalmente, no contaba con los medios materiales
necesarios para afrontar este tipo de conflicto. En estas circunstancias,
entre mayo y julio de 1967 el Ejército se dedicó a establecer un
perímetro de control, con el propósito de aislar a la guerrilla y evitar que
sus acciones se extiendan hacia poblaciones de importancia o áreas
vitales del país.
22 José de Mesa, Teresa Gisbert, Carlos D. Mesa Gisbert; Historia de
Bolivia; Editorial Gisbert y Cia. S.A.; Cuarta Edición; Pág. 684; La Paz –
Bolivia; 2001.
23 Gary Prado S.; Poder y Fuerzas Armadas (1949 – 1982); Pág. 195;
Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz – Bolivia; 1987.
Por otra parte, el Gobierno Nacional gestionó recursos de distinta índole
en el exterior. Del Gobierno argentino se adquirió armas automáticas y
munición destinada a equipar 2 batallones de la Tercera División; el
Brasil proporcionó raciones de combate; Estados Unidos entregó a
Bolivia armamento, munición, raciones de combate y, lo más
importante, envió un equipo de instructores pertenecientes a las
Fuerzas Especiales de dicho país ref24.
Se ha especulado bastante acerca de la cantidad y composición de los
instructores norteamericanos que llegaron a Bolivia. De manera oficial
el grupo de instructores estaba compuesto por 1 Mayor, 3 Capitanes y
12 sargentos; estos efectivos fueron destinados a Santa Cruz a tareas
de formación a impartirse en el Regimiento “Manchego”.
Mientras el Ejército boliviano se reorganiza para enfrentar las acciones
guerrilleras, el “Ché” Guevara fracasa en su intención de obtener el
apoyo del Partido Comunista Boliviano (PCB) y tampoco logra concitar el
entusiasmo y la adhesión de los campesinos de la zona en la cual
operaba. En estas circunstancias, la fuerza guerrillera se debilitaba con
el paso del tiempo.
El 30 de julio se produce la primera victoria del Ejército boliviano sobre
la guerrilla. Un mes después, el 31 de agosto de 1967 el Capitán Mario
Vargas Salinas, al mando de su columna, embosca al grupo guerrillero
comandado por el Comandante “Joaquín” en el Vado del Yeso, del río
Masicurí. En la acción fue destruido el grupo guerrillero y murió la
guerrillera Tamara Bunke (alias, Tania) ref25.
Después de una muy publicitada incursión del “Ché” Guevara en la
localidad de Samaipata, el Ejército boliviano destacó al Regimiento “Manchego”, instruido por militares norteamericanos y equipados sus
efectivos con armamento apropiado, para localizar y derrotar la guerrilla.
La Unidad militar, rebautizada como “Regimiento de Asalto”, cumplió
con la misión asignada en 15 días.
24 Gary Prado S.; Poder y Fuerzas Armadas (1949 – 1982); Pág. 196;
Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz – Bolivia; 1987.
25 José de Mesa, Teresa Gisbert, Carlos D. Mesa Gisbert; Historia de
Bolivia; Editorial Gisbert y Cia. S.A.; Cuarta Edición; Pág. 684; La Paz –
Bolivia; 2001.
El 8 de octubre de 1967, el grupo comandado por Ernesto “Ché”
Guevara es rodeado y vencido en la quebrada del Churo (Yuro). Guevara,
herido, es tomado prisionero por el Capitán Gary Prado Salmón y
conducido a la población de la Higuera26. En una controvertida decisión,
de la cual el propio Presidente Barrientos tomó responsabilidad27, el
Comandante guerrillero fue ejecutado y su cuerpo exhibido a la prensa
nacional e internacional, como prueba de su derrota.
Sin embargo, cinco guerrilleros, bajo el mando de Inti Peredo, logran
evadirse del cerco realizado por el Ejército boliviano y posteriormente
escapan del país con dirección a Chile.
Posteriormente, en la década de los años 70, se intentaron nuevas
experiencias guerrilleras sin ningún éxito. No fue el caso de Perú y
Colombia que sufrieron el embate de grupos guerrilleros fuertes.
Colombia, en la actualidad, todavía soporta el accionar de dos grupos
guerrilleros en su territorio.
26 José de Mesa, Teresa Gisbert, Carlos D. Mesa Gisbert; Historia de
Bolivia; Editorial Gisbert y Cia. S.A.; Cuarta Edición; Pág. 684; La Paz –
Bolivia; 2001.
27 Gary Prado S.; Poder y Fuerzas Armadas (1949 – 1982); Pág. 201;
Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz – Bolivia; 1987.
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11. Valentín Abecia B.; Las Relaciones Internacionales en la Historia
de Bolivia, Tomos I, II y III; Editorial “Los Amigos del Libro”; La
Paz – Bolivia; 1986.
12. Gary Prado S.; Poder y Fuerzas Armadas (1949 – 1982); Pág.
201; Editorial “Los Amigos del Libro”; La Paz – Bolivia; 1987.
Es catedrático universitario de
Ciencia Política e Historia de
Bolivia.
Académico de número de la
Academia Boliviana de Historia
Militar – ABHM
Magister en Seguridad, Defensa y
Desarrollo.
Diplomado en Altos Estudios
Nacionales
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